La palabra alquimia procede del árabe, al-kīmiya La alquimia comprende varias tradiciones filosóficas abarcando cerca de cuatro milenios y tres continentes. Pueden distinguirse al menos dos tendencias principales, alquimia China y la alquimia Occidental. La alquimia china estaba íntimamente relacionada con el taoísmo, mientras que la alquimia occidental desarrolló su propio sistema filosófico, con relaciones sólo superficiales con las principales religiones occidentales. Aún está abierta la cuestión de si estas dos ramas comparten un origen común o hasta qué extremo se influyeron una a la otra.
En la historia de la ciencia la alquimia, es una antigua práctica protocíentifica y una disciplina filosófica que combina elementos de la química, la metalurgía, la fisica, la medicina la astrología, la semioticá, el misticismo , el espiritualismo y el arte. La alquimia fue practicada en Mesopotamia, el Antiguo Egipto, Persia, la India y China, en la Antigua Grecia y el Imperio romano, en el Imperio islámico y después en Europa hasta el siglo XIX, en una compleja red de escuelas y sistemas filosóficos que abarca al menos 2.500 años.
El postulado fundamental de la alquimia consiste en la existencia de una “piedra”, la piedra filosofal, con la cual los metales impuros o viles (plomo, zinc, cobre, hierro, mercurio), a través de diversas fases y operaciones alquímicas, se transforman en metales preciosos (plata, y sobretodo oro). Esta “piedra” según dicen puede ser también líquida, por lo que se convierte en el “elixir de vida”. Los adeptos de la alquimia establecen un paralelismo entre el mencionado proceso y la transformación del operador. Las fases y operaciones alquímicas repercuten en éste, ya que pasa por ellas a nivel interno y se transforma en última instancia en el andrógino alquímico, en el andrógino divino, en el dios de la Luz. El alquimista que culmina las fases y operaciones alquímicas ya es un Adepto, porque se ha transformado, uniéndose a dios y siendo dios. Angelicus Silesius afirma: “El plomo se cambia en oro. El azar se disipa cuando, con dios, soy cambiado por dios en dios”.
Para entender a los alquimistas, resulta de ayuda considerar lo maravillosamente mágica que parecería la conversión de una sustancia en otra (lo que formaba la base de la metalurgia desde su incepción a finales del Neolítico) en una cultura sin comprensión formal de la física o la química. Para el alquimista, no había razón de peso alguna para separar la dimensión química (material) de la interpretativa, simbólica o filosófica. En aquella época una física desprovista de significado metafísico habría sido tan parcial e incompleta como una metafísica desprovista de manifestación física. Así que los procesos y símbolos alquímicos solían tener tanto un significado interno referido al desarrollo espiritual del profesional como un significado material conectado a la transformación física de la materia.